viernes, 21 de septiembre de 2007

Solicitud de extradición


Nosotros, intelectuales, escritores y bloggers del Perú, solicitamos a la justicia estadounidense la extradición del ciudadano peruano Gustavo Faverón Patriau, quien reside -según nuestras investigaciones preliminares y las pistas dejadas por él mismo, como por ejemplo su IP con seudónimo que utiliza constantemente para atacar cobardemente a otros bloggers como él- quien reside, decíamos, en Maine, Estados Unidos de América. Amparado en la impunidad que le otorga la lejanía, Faverón Patriau ha cometido -y sigue cometiendo- diversas faltas y delitos que lo han convertido en un peligro para la seguridad de la denominada Chologósfera, al punto de desatar campañas colectivas en su contra -como el blog BASTA FAVERON- cuyo único interés es preservar la armonía de la comunidad virtual peruana, tal y como era antes de que el mencionado extraditable entrara en ella con el fin único de dominarla y, de ser posible, monopolizarla junto a otros sujetos -como el Sr. Daniel Salas, cuyo nombre clandestino dentro del territorio americano es W. Smithers, y que, por su carencia de opinión personal ante las directivas de Faverón sospechamos que es un androide.
Dicho esto, pronto elevaremos ante la justicia federal de los Estados Unidos de America una serie de cuadernillos donde estarán incluidos cada uno de los delitos, fechorías y crímenes cometidos por el mencionado Faverón (alias "Tal Faverón" "Juan Pérez" "Fav" "Chichón de suelo" "Franelón" "Facherón" "Favi" "Chato Loco"). Agradeceríamos a los interesados, víctimas y damnificados eventuales que utilicen el presente medio para hacernos llegar sus denuncias.

NO A LA IMPUNIDAD! BASTA FAVERON!

11 comentarios:

el Flaco Salas dijo...

Estampo mi firma

Anónimo dijo...

Faverón, te olvidaste en tu autoagresión de tu verdadero seudónimo, el que Marco Sifuentes demostró que es tuyo: "JUAN PÉREZ".

Anónimo dijo...

muchos anonimos haremos un peregrinaje virtual al blog que llora.

Anónimo dijo...

qué manera de perder el tiempo.... yo no sé quién será el tal faverón..

Anónimo dijo...

Faverón, tendrás que responder por el sucio accionar de tus sicarios de pueblo joven, Gabriel Ruiz-Ortega y Maxy Palacios.

Anónimo dijo...

ja ja ja ja...

cuánto les duele el exito de faverón!!!

Anónimo dijo...

¿Cuál éxito? Ya compré su librito de Historia y es una cojudez. Me lo dijo mi amigo Bayardo...

Anónimo dijo...

EL único que cree que Faverón es exitoso es Salas, así que el debió entrar a este blog basura. Qué imbecil

Anónimo dijo...

YO, EL CRÍTICO

Héctor Ñaupari

El tumulto que han originado los dos poemas de Rossella Di Paolo no acaba. Ello no obstante, la explicación dada por la poeta brinda mejores luces al respecto. Conviene citarla entonces. Sostiene Di Paolo que el poema No hay retorno es la angustia por la ausencia (o desaparición) de quien se ama; en otras palabras, la angustia del que se queda y sigue buscando o esperando al ausente, casi en delirio. Este autor señala que este poema alude de modo sublime a los secuestros y desapariciones ocurridos en ese infausto período de nuestra historia, así como la desesperación de los familiares de los desaparecidos, que son también víctimas.

Por otra parte, en Las altas distancias, Di Paolo se refiere a personas alejadas unas de otras que tienen la esperanza de un reencuentro. Quien esto escribe lo interpretó como la fractura social que ha aislado y enfrentado a los peruanos, y que nos ha hecho incapaces de asumirnos; del mismo modo, en la tarea de reconocernos en el otro, en el excluido, en el marginado, en el pobre, en la víctima. En todo caso, la autora, mejor que nadie –y, por supuesto, mucho mejor que yo mismo– resumió ambos indicando que estos poemas hablan a los que no recuperaron los cuerpos de sus seres queridos, y a los que se pelearon, pero anhelan un espacio de reconciliación.

Para cierto crítico, no obstante, esta interpretación –que, de su sola lectura se desprende, se acerca a la propia intención de la autora al escribir sus textos– me ha merecido de su parte un explosivo cóctel de insultos, desprecios e ironías un tanto logradas. Debo confesar que no es mi intención convencerlo que la misma pudiera tener, al menos, alguna coincidencia con la de Rossella Di Paolo. Tal aspiración es imposible, puesto que, al haber estudiado derecho –como él y tantos amigos suyos han insistido hasta la impertinencia en señalar– estoy definitivamente fuera del reino de la literatura y la interpretación poética que él, señor de horca y cuchillo, gobierna con mano de hierro.

Curioso argumento. De ser cierto lo que nuestro aludido y su séquito afirman, el poeta, ensayista literario y crítico Paolo De Lima, iniciador de todo este entuerto, y aliado del crítico en su duro cuestionamiento a la autora de Prueba de galera, debería compartir conmigo el frío de los extramuros de su reino literario, por haber sido él, también, un estudiante de derecho. De un modo menor, pero que no puede ser pasado por alto, están con nosotros en el mismo desierto del descrédito los coautores de la antología, Roxana Crisólogo y Miguel Ildefonso, quienes siguieron la disciplina de Couture, Recasens Sichés y Alzamora Valdez en la Universidad Nacional Federico Villarreal y la Pontificia Universidad Católica, respectivamente.

De un modo mejor elaborado que las falacias ad hominem con las que me insulta –descalificándome por mis estudios, como antaño su mentor ideológico Karl Marx lo hacía con sus adversarios por su posición de clase y no por sus argumentos– el crítico asume luego una postura de Catón, señalando que he traicionado con mi lectura insoportable a Rossella Di Paolo y a los 69 mil muertos de la guerra de Sendero Luminoso contra el Perú, acusándome a mí de la intolerancia que a él lo define.

De ninguna manera creo que mi personal manera de ver la literatura de la violencia política sea la única o la verdadera. Considero firmemente que pueden existir tantas visiones literarias sobre la violencia política como autores escriban sobre ella. Esto es tan cierto, que reconozco y aprecio el buen trabajo de Crisólogo e Ildefonso sobre el tema. Pero una diversidad de visiones sentaría el nefasto precedente de generar, igualmente, otras tantas interpretaciones, lo que mermaría seriamente el pequeño poder que le permite al crítico reinar: suya es la voz autorizada; la de los demás, es la de ignorantes, advenedizos y oportunistas que no han estudiado literatura. De vuelta al salón de clase con estos mediocres –nos dice– pues, para mí, es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo.

Sin embargo, con esas palabras destempladas, pretende hacernos olvidar que todo este debate se inició precisamente porque el crítico consideraba que los poemas de Di Paolo no se ajustaban a lo que él y sólo él definía como literatura de la violencia política, posición que no sólo ha mantenido sin el menor rubor, desoyendo las explicaciones que buenamente Di Paolo le daba sobre sus propios textos –pues le quedaba la misma duda: o no la entendió, o no la quiso entender– sino de llamar a la acción para definir el canon literario en el Perú, obviamente, con él como colofón.

Ni olvido ni perdón, estimado crítico. ¿Qué no te quedó claro de la explicación de Rossella Di Paolo? Si ella sostiene que esos textos son lo que más se acerca a lo que los compiladores le pidieron, no hay nada más que discutir. Ninguna visión literaria sobre un hecho histórico específico –la violencia política en el Perú, o la Guerra con Chile– o sobre el amor sensual exacerbado –el erotismo, por supuesto– es menos o más falsa que la otra. Son las explicaciones que el lector le dé las que le proporcionan ese carácter. Y ello está sujeto siempre a las propias visiones de quien lee. La consecuencia de ese ejercicio entre diversas visiones e interpretaciones, todas ellas más o menos parciales, se llama libertad: esto es, la posibilidad que cada quien se forme su propio criterio, y ello sólo ocurre como resultado de la confluencia de visiones e interpretaciones múltiples.

Para concluir, lo que sí violenta la memoria de las víctimas del terrorismo es que, quienes nunca lo enfrentaron en las aulas, o con algo tan frágil como un recital de poesía, vengan a posar ahora como los violentólogos, los únicos autorizados a decir qué era esa violencia y cómo se expresaba. Ellos nunca lloraron a un padre, a un familiar o un amigo asesinado por esa violencia. Nunca estuvieron en medio de ese fuego cruzado que enlutó a tantos hogares de nuestra sociedad. Las verdaderas víctimas no querían escribir un poema o un cuento: sólo enterrar a sus muertos y llorar su dolor a solas. Pero al crítico no le interesa esa pena imborrable: sólo incrementar su reputación académica encaramado sobre una pila de cadáveres.


Santiago de Surco, 24 de septiembre de 2007

Anónimo dijo...

Faverón, nunca soportastes ser casi un enano, y ahora te dedicas a pisotear a gente decente para sentirte más alto que los demás, ese es todo tu trauma, mediocre, no alcanza ni para una novela.

Anónimo dijo...

HAHAHAHAHAHAHAHA, QUÉ FUERTE!!!!! ESE ES TODO EL ASUNTO CON FAVERON, SU METRO CINCUENTA, AHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA